El trazo limpio de un pincel
No el de otro sino el de uno. Si nos hemos sentido lo suficientemente valientes para lanzarnos en los brazos de la pintura, entonces sabremos que al principio el pincel es torpe entre nuestros dedos. Pero llega un momento en el que después de largas horas de trabajo, el arte parece apiadarse de nosotros y se deja rozar. Así cuando uno menos lo espera se desliza por nuestro brazo un suave movimiento que desemboca en el pincel y lo arrastra sobre el papel, semejando a una gaviota en bajo vuelo sobre las olas. Podemos escuchar la caricia. Es entonces cuando sorprendidos miramos hacia abajo y vemos el resultado. Vemos con ingenuidad como el surco de color se va inflamando por el agua, y forma una cordillera carnavalesca sobre la hoja. Frente a nosotros, un poco temblorosa y sorprendida está una larga, firme y hermosa línea. Al principio es curva pero se pierde en una recta que promete el infinito. De su color depende su destino. Para los ojos inexpertos podría parecer una mas, igual a cualquier otra; pero para uno no. La reconocemos al instante mismo en el que nace, sabemos que es prometedora. Como con nuestros hijos, sabemos que la parimos para que fuese algo grande. Nos invade la ambición, la gula, la boca se hace agua imaginando que saldrá de ella. ¿Que seremos capaces de hacer con ese regalo? Con ese gran primer paso que nos ha sido concedido. Cuando estamos así obnubilados es mejor tomar distancia, decidimos entonces darnos un tiempo para pensar mejor que vamos a hacer con aquel trazo ineludible que nos aguarda. Pero, con amigos, en la calle, en el cine, durmiendo, donde sea, mientras no estemos trabajando en esa línea, llevaremos su fuego dentro de nosotros. En ocasiones hasta exageramos y llevamos el papel con su gran sonrisa a nuestra habitación, y recostados en la cama la miramos y remiramos, le damos vuelta sin atrevernos a retocarla, le sonreímos beatos y al fin nos dormimos, felices. Ella está allí inmóvil, hasta un poco insignificante. Pero sabemos que es un extraño capullo, en cuyo interior bulle el universo entero. Y uno no puede dejar de sentir un poco de angustia al darse cuenta de que se tiene entre las manos la posibilidad de crear algo hermoso. Es solo un trazo limpio en el papel, pero nos obsesiona y nos seduce como el abismo.
Míriam Trejo
Respiro solo para sentir el olor del óleo. Veo solo para deslumbrarme con el carmín.Solo tengo oídos para la música y manos para el pincel.